
Este último día de abril, pasadas las 8 de la mañana, la Escuela N° 556 se impregnó de emoción y gratitud: se celebró el acto de jubilación de Diana Cerro, María del Rosario Osuna, Néstor Gallardo y Mónica Reginelli, cuatro docentes que dejaron una huella imborrable en la comunidad educativa. Reginelli no pudo estar presente por motivos personales, pero envió un mensaje cálido y directo: “A mis compañeros egresados de la parte activa: a descansar sin horarios. Y al establecimiento, mil gracias por el agasajo”.
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La jornada comenzó en el patio de la institución, donde alumnos, docentes y exdocentes, familiares, autoridades y público en general se reunieron en un marco emotivo. La bienvenida resaltó la cercanía del centenario de la “Bernardo O’Higgins” y el valor de la tarea docente: “En el Día del Trabajador, este acto se reviste de una emoción muy especial”. Los homenajeados desfilaron entre aplausos, mientras sonaban canciones personalizadas. Luego, Marcela Gauna interpretó con sentimiento “La vida es un viaje”. Desde un telón, la frase elegida como eje del acto decía: “Trabajar con amor deja huellas imborrables, hoy celebramos el esfuerzo y dedicación…”. Más tarde, en el SUM, donde se compartió un desayuno, un pizarrón escrito reforzó la despedida: “Feliz jubilación… la escuela los despide, pero la historia que escribieron queda para siempre”.
Los discursos fueron verdaderos testamentos de vocación. Diana Cerro, entre lágrimas, expresó: “Me voy, pero también me quedo. Dejo mi vida y me llevo vida”. Néstor Gallardo repasó su historia, desde que entró como alumno en 1971 hasta su última clase de Educación Física: “Esta profesión me dio todo. Si tuviera que nacer de nuevo, volvería a ser profesor”. María del Rosario Osuna emocionó con una imagen entrañable: “Cada vez que recibía un primer grado, abría una puertita en mi corazón. Con el tiempo entendí que esas puertitas nunca se cerraban”.
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La directora Ana María Terreno aportó una de las reflexiones más sentidas de la jornada, al destacar que “el trabajo de un docente no se mide solo por los conocimientos que transmite, sino por las vidas que toca. Ustedes dejan parte de sí en cada uno de nosotros”. Sus palabras sintetizaron el sentir colectivo de una comunidad agradecida. El aplauso final no fue solo un cierre: fue un reconocimiento profundo, una ovación que reafirmó que jubilarse es cambiar de rumbo, pero jamás de esencia.