
Las elecciones comunales dejaron un dato indiscutible: Ariel Bolaño fue reelecto presidente comunal con 1.283 votos. Pero la imagen que perdurará no es la cifra, sino el apretón de manos entre el ganador y su rival, Pedro Alvarenga, ante las cámaras. Ese gesto —sencillo y poderoso— recordó que la política, cuando se practica con grandeza, puede ser punto de encuentro y no de ruptura.
Bolaño logró sostener el apoyo de la mayoría en un contexto social complejo. Lo hizo apelando a su gestión, a la continuidad de proyectos en marcha y a la expectativa de que, con el respaldo provincial, se concreten obras clave para Margarita. “Mañana a las 7 ya tengo que estar en la comuna”, expresó, dejando claro que el triunfo es apenas una pausa en el ritmo de trabajo.
La diferencia se achicó respecto de 2019 y la participación apenas superó el 61 %. Dos señales que ningún dirigente debería subestimar: hay electores que se sienten fuera del juego y otros que, aunque quieren un cambio, todavía no encuentran una opción que los convenza del todo. El desafío será, entonces, gobernar para quienes votaron y para quienes se quedaron en casa, uniendo las agendas de la zona urbana y de Paraje El Toba, donde el oficialismo ganó por apenas 18 sufragios.
Pedro Alvarenga ingresará como representante de la minoría en la comisión comunal. Desde allí podrá ejercer un rol activo, aportando control, propuestas y una mirada crítica que, si mantiene el tono constructivo de la noche electoral, puede enriquecer el gobierno local. “Vamos a seguir trabajando como siempre, porque perder una elección no significa perderlo todo”, sostuvo con madurez política.
Que dos adversarios se sienten juntos a analizar resultados habla de una cultura cívica que vale oro en tiempos de polarización fácil. Margarita tiene por delante un calendario cargado: obras en ejecución, demandas sociales urgentes y, en lo inmediato, la organización de la 18° Fiesta Provincial del Locro. Bolaño lo sabe: gobernar no es administrar votos, sino gestionar realidades. Y como él mismo lo afirmó, cada elección deja enseñanzas, incluso para quien gana.
La democracia no termina con el escrutinio: empieza cada vez que se asume el compromiso de gobernar o de representar. El voto es un punto de partida, no una meta. Como dijo Alvarenga, “la única manera de cambiar las cosas es con el voto”, pero lo que realmente cambia la historia es lo que se hace después. Margarita eligió. Ahora, el desafío es convertir el respaldo en respuestas.